En octubre de 1999, durante la primera participación del Circo Raluy en las Ferias de Girona, nace Jillian. Y en esa misma ocasión también germina una nueva aventura. Carlos, siempre inquieto y fiel a su espíritu nómada, entra en contacto con su primo Sergio Rodríguez Raluy, tenor residente en Buenos Aires. Y una vez más, como solía decir él mismo, se hace “lo más difícil todavía”: el Circo Museo Raluy emprende gira por tierras argentinas.
La acogida del público sudamericano es extraordinaria. En Mar del Plata, en enero del año 2000, el circo recibe la Estrella de Mar, uno de los premios más prestigiosos del país, así como el Premio Nacional Faro de Oro. El éxito se extiende a otras ciudades, y la crítica argentina celebra la llegada de un circo europeo de auténtica categoría artística. Paralelamente, en España, la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) concede al Circo Raluy el Premio Max, reafirmando su valor cultural.
De regreso a Cataluña, la compañía retoma las giras nacionales, pero ahora lo hace con otra mirada: el proyecto de Carlos no es solo artístico —es patrimonial. El Circo Museo Raluy comienza a ser percibido como una institución cultural singular, capaz de preservar y transmitir la esencia del circo clásico europeo en el siglo XXI. En el año 2003, se inicia una nueva gira por Europa del norte: Luxemburgo, Bélgica y Noruega. En Oslo, toda la compañía es recibida por el propio alcalde en una sala que habitualmente acoge la entrega de los Premios Nobel. Un símbolo poderoso: la alta cultura abrazando al circo como una forma de arte igual de digna y universal.
A partir de 2004, las giras del Circo Museo Raluy adquieren una nueva regularidad. Cada año, entre junio y septiembre, la compañía visita la isla de Reunión (colonia francesa en el océano Índico), donde ya es conocida y querida por el público local. El resto del año, el circo gira por tierras catalanas, reforzando así un vínculo emocional con el territorio y consolidando su arraigo en Cataluña. Las campañas navideñas en Barcelona, iniciadas con gran éxito a finales de los 90 se convierten en una cita esperada por el público y una marca de identidad.
En 2006, Carlos y Lluís Raluy reciben la Creu de Sant Jordi, el máximo galardón que otorga el gobierno catalán a ciudadanos e instituciones destacadas. Un circo ambulante, familiar y fiel a su estética clásica recibía el mismo reconocimiento que artistas, científicos e intelectuales del país.
Durante esta etapa, el Circo Museo Raluy vive una de sus fases más sólidas y reconocidas. Las giras por Cataluña y Aragón se convierten en habituales y muy esperadas. Ferias, fiestas mayores y festivales incluyen al Raluy como un elemento de prestigio cultural y de atracción popular.
Durante estos años, también se produce un cambio discreto pero significativo dentro de la dirección de la empresa: Lluís Raluy, hermano mayor de Carlos y responsable de la administración durante más de tres décadas, va reduciendo progresivamente su actividad por motivos de salud. Su contribución había sido fundamental: hombre de números, metódico, riguroso, aportaba el equilibrio perfecto al espíritu soñador y expansivo de Carlos. Juntos habían construido un proyecto único, donde la pasión artística y la gestión ordenada iban de la mano. Hacia 2014, Lluís cede totalmente la responsabilidad empresarial y artística, pero continúa vinculado emocionalmente al proyecto.2016 – Una separación y un nuevo camino: el Circo Histórico Raluy
Con la retirada progresiva de Lluís Raluy de la dirección activa, el proyecto familiar entra en una etapa de transición natural.
Después de más de cuatro décadas de trayectoria conjunta, con grandes éxitos y momentos intensos, las diferencias de criterio y visión de futuro entre las distintas ramas de la familia se hacen más visibles. En el año 2016, las hermanas Luisa y Kerry Raluy, hijas de Lluís, deciden emprender un proyecto propio bajo una nueva denominación: Circo Raluy Legacy. Esta decisión, aunque no compartida por todos, responde al deseo de dar forma a sus propios caminos artísticos y empresariales. Ante este nuevo escenario, Carlos Raluy, fiel al espíritu que había guiado la creación del circo original, opta por reconfigurar el proyecto familiar bajo una nueva identidad que resalte su esencia y recorrido histórico: Así nace el Circo Histórico Raluy, como continuación directa del circo fundado en 1972. Ese nombre no es solo un título legal, sino una afirmación de compromiso con la historia, la estética y los valores que han definido el proyecto desde sus inicios. Es también una forma de poner en valor el patrimonio acumulado a lo largo de más de cuarenta años de esfuerzo y dedicación.